miércoles, 10 de julio de 2013

SAN CRISTOBAL: 70 KILOMETROS EN BICICLETA.

Carmelo Suances, que de esto sabe mucho, me dice que subir a Cervera en 70 minutos está muy bien. Hoy, que celebro 42 años de conductor en mi primer coche, lo intento en la Orbea Altube de los ochenta.

Llevo documentos en la mochila. Es una excursión de trabajo. Me empleo a fondo para superar mi récord del pasado jueves (80 m.). No cambio del piñón pequeño (la bici tiene cinco y dos en la catalina). En el viejo puente de piedra de entrada "clavo" los setenta minutos en una subida de 24 kilómetros desde los 800 hasta los 1000 metros de altura. Dos minutos después, a las 9,07 h. soy el primer cliente del día que entra al Registro de la P.

De nuevo viene mucho calor. El regreso es para la excursión distendida entrando en los pueblos. Desde mi viejo sillín veo lo rincones de Ligüerzana, Quintanaluengos, Rueda de Pisuerga. Aquí todos los pueblos  pudieran tener el apellido "Pisuerga" porque el río les ha dado la vida. De Salinas a Renedo de Zalima la vieja carretera tiene mucha cuesta. Me apeo para subirla disfrutando del paisaje, con el Pisuerga ya crecido al lado para enseñar un poco más abajo su gran preñez en el Pantano de Aguilar. 

Al reencontrar la carretera principal, acelero para unirme a dos peregrinos en bicicleta que regresan de Santiago. Voy a su rueda sólo unos pocos cientos de metros, los suficientes para saludarles y enterarme que son belgas. Todos los caminos son buenos para ir o volver de Santiago, al igual que  de Roma.

En seguida está el desvío a la izquierda. Cilleruelo es mi siguiente parada. Porque la Iglesia está abierta. Angel, 81 años, la enseña a un matrimonio aragonés de cultura y maneras exquisitas. El trago de agua en la fuente es bueno para mi cuerpo y excelente para mi mente. ¿Por qué no mantendrán todos los pueblos de la Península Ibérica una fuente en la plaza? ¡Todos sabemos la respuesta... ay la Cocacola!

Encuentro, como casi siempre que el tiempo lo permite, al Tío Chuchi en su huerto de Vallejo de Orbó. Se queja de que el tiempo  ha atrasado y mermado mucho la cosecha. Yo la veo estupenda, comparándola con la mía. Por el piropo, tengo premio. Me acomoda en la mochila dos lechugas junto a los documentos recogidos en el Registro, pero bien separados para que se respeten recíprocamente en el largo cuarto de hora que me queda hasta Aguilar.

Es verdad -me lo decía el otro día mi hijo Zigor- que en bici el viento siempre pega de frente. El calor aprieta, no hay viento aparente,  bajo rápido, casi sin mirar a Villavega de Aguilar ni a Nestar, que por ya bien conocidos ahora no me interesan. Y el viento me frena y curte todo mi rostro, que hoy he probado a quitarle la casi eterna compañía de las gafas, que han viajado  en el bolsillo trasero del maillot.

A los 16 años, una paliza de 150 kilómetros en bicicleta en un día, me dejó tantas agujetas y dolor de culo que cuando lo recuerdo aún casi me duele. Tras los 70 kilómetros de hoy, sin ningún cansancio, al atardecer voy a andar a pie otros diez con mi compañera. ¡Igual consigo hasta quitar de mi cerebro los duendes que me han privado de disfrutar de estas y mayores distancias en el gran invento de las dos ruedas con pedales!

(Voy a andar. No he tenido tiempo para meter hoy las fotografías de los pueblos, pero llegarán. Disculpas)

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