jueves, 27 de noviembre de 2014

A POR SETAS A LA GR1 EN SALCEDILLO (1300)

Acepto la oferta de un setero... aunque sea para el día  siguiente de una buena paliza montañera por un serio dosmil con más de ocho horas caminando en la soledad desconocida.



De nuevo salgo de noche, para estar a las 8,30 cerca del Monte Mayor, en Salcedillo-Brañosera. Hoy lo hago con Juanma (32), un parado con inquietudes y muchas ganas de trabajar, de cultura y de deporte. Su padre le ha enseñado un poco del mundo de las setas. El aprende practicando.  Y puede coger tantas que se permite buscar como prioridad sólo los boletus edulis.
 
La amanita muscaria nos busca a nosotros... y nos encuentra en seguida.
Hay niebla y mucha humedad en el Monte Mayor. Un paisaje otoñal que me  gusta. Huele a agua fría en pocas horas. La temporada de setas ya está pasándose. Vemos varios boletus edulis, pero ya no están en condiciones. Por contra, la lengua de vaca está excelene y hay para justificar la mañana.
 


Boletus Edulis: el aspecto y el tamaño no son de exposición, pero me la he cenado muy muy a gusto.
El paisaje, la charla, la compañía, el lugar ya habitado hace más de dos mil años... a mi me cautivan. Las casi cinco horas de paseo y cerca de 15 kilómetros pateados me han templado de nuevo los músculos.


 
¡Una piedra de molino! Increible el lugar y cómo se ha camaleonizado con la naturaleza. La analizo atónito, la retrato pero sin tocarla para que no despierte de sus largos siglos durmiento... Investigo varias horas los alrededores, no encuentro razón, dada la altura y carencia de arroyos en su amplio entorno.

En el amplio bosque, mayoritariamente de hayas, en un momento se nos abre la vista de Salcedillo

Recorrer un tramo de la GR1 por este bosque  casi encantado, me parece otro privilegio en esta  mañana.

Y hemos encontrado hasta el pequeño lago en la alta montaña. Ha sido otra satisfacción añadida.

 Si algún día recorro a pie la GR1, ese sendero histórico que une el Mediterráneo con el Atlántico (desde las ruinas del puerto de Ampurias en Gerona hasta Fisterra en Coruña), objetivo que mantengo entre mis planes, volveré a pisar esta senda en el bosque de Salcedillo y a pasar al lado de la rueda de molino que se ha homogeneizado con la naturaleza.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

PICO LEZNA (2208) desde el pueblo de LORES (1214)

Cada estancia en las tierras palentinas procuro subir a sus alturas montañeras y ahondar un poco más en el conocimiento de sus gentes y sus pueblos. Y lo de hoy, tanto la montaña hollada como el pueblo visitado son nuevos en mis viajes.



Las 8,30 h. son una buena hora para apagar el motor del coche en la plaza del  bonito pueblo de Lores. Amanece con nieblas, que en los 46 kms. recorridos no me auguran el mejor día, y mucho menos para dedicarlo a una zona montañera poco marcada, una montaña muy solitaria y un acercamiento largo.
Ermita de San Roque, en el núcleo urbano y parte alta de Lores, que ahora hace de parroquia.
No me convence el inicio y salida por la parte alta y oeste, porque abajo no hay nadie para preguntar. Busco humo para retroceder y preguntar. Los albañiles acaban de empezar a trabajar en el raseo de una fachada. Jose Manuel Cosío, el ganadero, va a trabajar a su granja. Me confirma que iba bien y me indica varios detalles del largo recorrido que me espera. Le sorprende mi valentía por el día que viene y el desconocimiento del terreno y... "¡que está muy lejos y con niebla  igual cerrada. La semana pasada una pareja joven no lo consiguió y lo pasó mal!".  Salgo otra vez a las 9 h.


La primera hora y media se va ganando altura por el barranco de Gerino. Los colores del otoño son extraordinarios...
Al de hora y media se llega a una inmensa pradera (Collado Tañuga 1706 m.),  donde,según me dicen después, en primavera y verano es un vergel inmenso de animales. De entrada tres rebecos/venados huyen de mi presencia. Luego, en tres ocasiones más, cuento hasta 23 a los que asusta mi presencia en la  hoy solitaria montaña.

Aquí se entra en Collado Tañuga, donde Lores ya pierde su terreno. En la vista hacia el Este, que no hay que seguir,  retrato a dos rebecos en su huida de mi presencia.

Subiendo algo más a la derecha de la línea verde y bajando por la roja (ambas a ojo y sin plano), invierto 8h.30m. con una hora en la cima y paradas para fotos, orientarme y atravesar un río cerca de Coto Redondo.

Esa mancha blanca en medio de la pradera, sorpresivamente es... una caravana, que la veré mejor al bajar. Para mí, es la sorpresa (negativa) de la jornada.

El desvío exagerado a la derecha y las dudas de cual será la cima (la niebla y otras cimas menores me la ocultan) me obligan a zigzagueos y suelo muy hostil (barrizales, pedreras, escobas...). Sólo cuando, ya en la cima (13,15 h.) abró el buzón y leo la placa de 1978, una ráfaga de satisfacción inunda mi cerebro.

Piso la primera nieve de esta temporada a las 12,27 h. sin saber  aún qué cima voy a hollar 48 minutos después.


13,15 h. "una ráfaga de satisfacción"
  
Al lado, ya con el manto invernal, los "tres grandes" de la Montaña Palentina, Curavacas, Espigüete y Peña Prieta, viejos conocidos de este humilde montañero.

  
La soledad de esta cima y la morrena calva por su ladera N. (en dias claros´) la hace fácil para orientarse y para ascenderla.

Caballos, rebecos y perdices pardes, los animales que veo a partir de 1700m.


Sin comentarios


Me ha costado muchos minutos encontrar el mejor paso y decidirme a saltar este río. Lo he considerado el mayor riesgo puntual en la jornada  montañera.



Como agradecimiento a Carmelo, con quien aún charlo más de 20 minutos al llegar al anochecer a Lores, por enviarme varias de sus fotos preferidas de "su pueblo", ahí va ésta estampa invernal, tan habitual para ellos a 1212 m. "A mí el Lores y la subida al Lezna que más me gusta es en primavera, por la claridad y la cantidad de vida que se aprecia".







He salido de casa una hora antes de amanecer y llego una después de anochecer. Otra vez más, el teléfono móvil, sin cobertura en esas montañas, no me ha respondido para informar a mi compañera.


jueves, 13 de noviembre de 2014

BABIO (583), MENDEIKA (456) Y BURUBIO (539)


El que no recuerda  y cultiva sus raíces, se autocondena  a la desaparición.

Hoy el paseo montañero me lleva a estos dos montes y aldea del municipio-ciudad de Orduña, que ubicados en el sur de Amurrio y en cotas entre 450 y 583 metros, son vigías perennes de este municipio alavés. Vuelvo a mis raíces, paseos a pie y aventuras de mi juventud, que iniciaba y terminaba en Aresketa.
En el viaje en coche hasta el campo base de Etxegoien, la aldea-concejo ayalés cobijado debajo de los tres, saludo con el brazo a Isabelita, que en un descanso de su “hacer la casa” se asoma a la ventana de su bonita casita unifamiliar. Después, charlo unos minutos con José Ramón Echevarria y su esposa, también coetáneos y de la cuadrilla del pueblo de 1970, que vuelven de su paseo habitual a pie.
Las ovejas y la sequía  han dejado así el suelo en gran parte de la ladera final de ascenso al Babio. Hasta aquí suben los todoterrenos para proporcionarles el agua.


Subir al Babio por el camino del depósito de aguas no tiene más problema que el que los medios a veces te amenazan con falsas alertas amarillas o rojas, como la de hoy por el viento (que no lo he sentido en más de cinco horas) o el que cada montañero se quiera  buscar. Este segundo es mi caso de hoy. Desde el mojón 203 de señalización de montes, he subido como la hacía de chaval, casi verticalmente y por la peor zona. La sequía es grande. La fuente del depósito está anulada para echar un trago de agua. Otra vieja fuente sólo me muestra la pared frontal cargada de seco musgo de años. Las hierbas altas a las que me agarro en la trepada no son seguras y algunas se desprenden con un cacho de tierra de sus raíces.
Subir los últimos metros por la directísima, exige la trepada agrarrándose a las hierbas.

Cumplo mi objetivo de llegada a la cima a las 12 h. Sorprende mi llegada por el lugar más inesperado a Mikel (24) y su perro pastor vasco Negu, que descansa recostado en el mojón vértice geodésico. Grata sorpresa para mí ver sabia joven montañera en la cima.  Charlamos un rato y me despide porque a las 16 h. tiene que estar en clase en la Uni de Gasteiz. ¿Qué viejo me dijo una vez que los jóvenes de hoy no tienen casta? Aquí tenemos a uno, mendizale por la mañana y estudiante por la tarde. ¡Aurrera beti, Mikel de Amurrio!    


El Montañerode Babio de hierro (obra del ayalés Padura) lleva más de 40 años mirando a Amurrio.
En la continuación a Mendeika, cerca de la yeguada cinco hombres salen del bosque hablando de algo importante para ellos, porque me ignoran. Es obvio que no son montañeros, a la vista de los dos coches que les esperan.
No veo ser humano alguno en Mendeika. Tampoco me extraña. Me entretengo con las fotos y el pensamiento en dos casas contrapuestas. La primera, moderna y de madera, parece de las de cuentos de hadas. La otra, un caserío vasco ya abandonado, me trae a la mente las generaciones que en él han vivido con el sudor de sus frentes. La iglesia de San Miguel, el cementerio reconstruido y el bolatoki forman un conjunto en lo alto del pueblo.
 
Dos casas cercanas entre sí en el espacio, marcan épocas muy diferentes en el tiempo. Están en Mendeika.
 
En la última cabaña yendo al Burubio,abierta y muy bien cuidada, me agrada ver este potro de herrar.
El cielo está plomizo, amenazante de disparar al menos agua. No me preocupa mojarme. Hace ya más de dos meses que me pillaron las tormentas en las montañas de Teruel. Llevo chubasquero y miniparaguas en la mochila. También el bocata de tortilla de patata. Antepongo el disfrute de patear cada rincón, de visualizar el amplio horizonte, de situarme mentalmente en el pasado para ver mis raíces y las raíces de mis raíces. Y las fotos. Lo retrato todo para constatarlo y ampliar mis archivos para futuras muestras.


El Burubio, antes Santa Cruz de Burubio, es una cima discreta en altura pero importante en mugas y acontecimientos. Un mojón informa de que allí se juntan tres territorios históricos, Amurrio, Ayala (Araba) y Orduña (Bizkaia). El grupo montañero Mendiko Lagunak, de Amurrio, ha dejado en 2012 un pequeño monumento para recordar la efemérides de su 50 aniversario. La tierra negra del suelo nos recuerda las hogueras que históricamente se han hecho y siguen haciendo para anunciar fechas importantes. Las vistas: en el oeste su hermano mayor Babio está al lado; en el norte la amplitud de suelo de Amurrio y el valle que después abre el Nervión. Detrás de ambos, montañas, montañas de Euskalherria.
 
Tras la fuente de Mendeika, en el descenso junto al arroyo que muchos llamamos de Etxegoien, descubro otro bebedero-fuente, seco y en desuso, que yo no tenía controlado. Cuando se acaba la pista cimentada, en la muga con Ayala, se entra en un camino estrecho de tierra y piedras sueltas. Es evidente que de nuevo y como ya lo hiciera hacia 1955, Ayala y Araba han dado plantón a Orduña y Bizkaia, en su lógico empeño de abrir un paso más corto con vehículos hacia Amurrio y Bilbao por la aldea ayalesa de Etxegoien.

Aquí hablo con Elejalde, el alcalde de Mendeika, que ha bajado andando a atender algún ganado. Espera a su hijo para regresar en coche. Está a sólo dos kms. de su casa y tendrá que recorrer unos 25 para volver. Cuando tantos montes y espacios naturales ya están invadidos de pistas para todoterrenos de capricho para cazadores y comodones, de Etxegoien a Mendeika hay sólo un kilómetro de camino “de toda la vida”  intransitable con cacharros de motor.



Vista del Burubio y la iglesia de San Miguel de Etxegoien desde el "kilómetro con el camino de toda la vida". La txapela la encuentro atrapada aquí en un matorral a modo de un trapo  introducido en este recóndito lugar y que recojo en defensa de la naturaleza.  


 
 

A las 16’30 h. sin haberme mojado ni haber sido azotado por el viento anunciado, recojo de la ikastola a mi nieta, raíz de carne y hueso, para llevarla a clase de inglés y después al Parque de Amurrio a jugar un rato con sus amigas/os. Durante su clase disfruto una hora del inmenso y bien dotado parque con más intensidad que lo hiciera en los años de la década de los setenta que viviera junto a él.