jueves, 13 de noviembre de 2014

BABIO (583), MENDEIKA (456) Y BURUBIO (539)


El que no recuerda  y cultiva sus raíces, se autocondena  a la desaparición.

Hoy el paseo montañero me lleva a estos dos montes y aldea del municipio-ciudad de Orduña, que ubicados en el sur de Amurrio y en cotas entre 450 y 583 metros, son vigías perennes de este municipio alavés. Vuelvo a mis raíces, paseos a pie y aventuras de mi juventud, que iniciaba y terminaba en Aresketa.
En el viaje en coche hasta el campo base de Etxegoien, la aldea-concejo ayalés cobijado debajo de los tres, saludo con el brazo a Isabelita, que en un descanso de su “hacer la casa” se asoma a la ventana de su bonita casita unifamiliar. Después, charlo unos minutos con José Ramón Echevarria y su esposa, también coetáneos y de la cuadrilla del pueblo de 1970, que vuelven de su paseo habitual a pie.
Las ovejas y la sequía  han dejado así el suelo en gran parte de la ladera final de ascenso al Babio. Hasta aquí suben los todoterrenos para proporcionarles el agua.


Subir al Babio por el camino del depósito de aguas no tiene más problema que el que los medios a veces te amenazan con falsas alertas amarillas o rojas, como la de hoy por el viento (que no lo he sentido en más de cinco horas) o el que cada montañero se quiera  buscar. Este segundo es mi caso de hoy. Desde el mojón 203 de señalización de montes, he subido como la hacía de chaval, casi verticalmente y por la peor zona. La sequía es grande. La fuente del depósito está anulada para echar un trago de agua. Otra vieja fuente sólo me muestra la pared frontal cargada de seco musgo de años. Las hierbas altas a las que me agarro en la trepada no son seguras y algunas se desprenden con un cacho de tierra de sus raíces.
Subir los últimos metros por la directísima, exige la trepada agrarrándose a las hierbas.

Cumplo mi objetivo de llegada a la cima a las 12 h. Sorprende mi llegada por el lugar más inesperado a Mikel (24) y su perro pastor vasco Negu, que descansa recostado en el mojón vértice geodésico. Grata sorpresa para mí ver sabia joven montañera en la cima.  Charlamos un rato y me despide porque a las 16 h. tiene que estar en clase en la Uni de Gasteiz. ¿Qué viejo me dijo una vez que los jóvenes de hoy no tienen casta? Aquí tenemos a uno, mendizale por la mañana y estudiante por la tarde. ¡Aurrera beti, Mikel de Amurrio!    


El Montañerode Babio de hierro (obra del ayalés Padura) lleva más de 40 años mirando a Amurrio.
En la continuación a Mendeika, cerca de la yeguada cinco hombres salen del bosque hablando de algo importante para ellos, porque me ignoran. Es obvio que no son montañeros, a la vista de los dos coches que les esperan.
No veo ser humano alguno en Mendeika. Tampoco me extraña. Me entretengo con las fotos y el pensamiento en dos casas contrapuestas. La primera, moderna y de madera, parece de las de cuentos de hadas. La otra, un caserío vasco ya abandonado, me trae a la mente las generaciones que en él han vivido con el sudor de sus frentes. La iglesia de San Miguel, el cementerio reconstruido y el bolatoki forman un conjunto en lo alto del pueblo.
 
Dos casas cercanas entre sí en el espacio, marcan épocas muy diferentes en el tiempo. Están en Mendeika.
 
En la última cabaña yendo al Burubio,abierta y muy bien cuidada, me agrada ver este potro de herrar.
El cielo está plomizo, amenazante de disparar al menos agua. No me preocupa mojarme. Hace ya más de dos meses que me pillaron las tormentas en las montañas de Teruel. Llevo chubasquero y miniparaguas en la mochila. También el bocata de tortilla de patata. Antepongo el disfrute de patear cada rincón, de visualizar el amplio horizonte, de situarme mentalmente en el pasado para ver mis raíces y las raíces de mis raíces. Y las fotos. Lo retrato todo para constatarlo y ampliar mis archivos para futuras muestras.


El Burubio, antes Santa Cruz de Burubio, es una cima discreta en altura pero importante en mugas y acontecimientos. Un mojón informa de que allí se juntan tres territorios históricos, Amurrio, Ayala (Araba) y Orduña (Bizkaia). El grupo montañero Mendiko Lagunak, de Amurrio, ha dejado en 2012 un pequeño monumento para recordar la efemérides de su 50 aniversario. La tierra negra del suelo nos recuerda las hogueras que históricamente se han hecho y siguen haciendo para anunciar fechas importantes. Las vistas: en el oeste su hermano mayor Babio está al lado; en el norte la amplitud de suelo de Amurrio y el valle que después abre el Nervión. Detrás de ambos, montañas, montañas de Euskalherria.
 
Tras la fuente de Mendeika, en el descenso junto al arroyo que muchos llamamos de Etxegoien, descubro otro bebedero-fuente, seco y en desuso, que yo no tenía controlado. Cuando se acaba la pista cimentada, en la muga con Ayala, se entra en un camino estrecho de tierra y piedras sueltas. Es evidente que de nuevo y como ya lo hiciera hacia 1955, Ayala y Araba han dado plantón a Orduña y Bizkaia, en su lógico empeño de abrir un paso más corto con vehículos hacia Amurrio y Bilbao por la aldea ayalesa de Etxegoien.

Aquí hablo con Elejalde, el alcalde de Mendeika, que ha bajado andando a atender algún ganado. Espera a su hijo para regresar en coche. Está a sólo dos kms. de su casa y tendrá que recorrer unos 25 para volver. Cuando tantos montes y espacios naturales ya están invadidos de pistas para todoterrenos de capricho para cazadores y comodones, de Etxegoien a Mendeika hay sólo un kilómetro de camino “de toda la vida”  intransitable con cacharros de motor.



Vista del Burubio y la iglesia de San Miguel de Etxegoien desde el "kilómetro con el camino de toda la vida". La txapela la encuentro atrapada aquí en un matorral a modo de un trapo  introducido en este recóndito lugar y que recojo en defensa de la naturaleza.  


 
 

A las 16’30 h. sin haberme mojado ni haber sido azotado por el viento anunciado, recojo de la ikastola a mi nieta, raíz de carne y hueso, para llevarla a clase de inglés y después al Parque de Amurrio a jugar un rato con sus amigas/os. Durante su clase disfruto una hora del inmenso y bien dotado parque con más intensidad que lo hiciera en los años de la década de los setenta que viviera junto a él.








 




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